Atrás quedaron los momentos de preocupación por las lesiones y los instantes tensos por enfrentar los problemas judiciales. Ahora, Leo está en su mejor nivel, disfrutando con la selección y a punto de salir campeón.
Hace pocos días, la Pulga estaba viviendo una verdadera tormenta. Con mucho desgaste por la temporada, se había lesionado en un amistoso contra Honduras y el panorama era negro. Venía la Copa América Centenario, donde su país le exigía el triunfo.
Como si fuera una película, Messi no se pudo distender y viajar con sus compañeros. Tuvo un pequeño descanso en su ciudad y luego tuvo que volver a España para sentarse en el banquillo de los acusados.
La prensa y muchas personas lo hostigaron demasiado. Además del cansancio físico, el argentino vivió un estrés que no lo ayudó para nada. Cuando más o menos se resolvió todo, pudo trasladarse a Estado Unidos para ponerse la celeste y blanca.
El director técnico de la albiceleste, Gerardo Martino, decidió dejarlo en el banco los primeros dos partidos. Ante Chile no entró, pero con Panamá hizo una exhibición en pocos minutos. Fue un mensaje para todos, el talento y la habilidad dejaron atrás su feo momento.
A partir de allí, Leo hizo una excelente competencia. Se puso el traje de líder y, con mucha personalidad, llevó a su equipo otra vez a una final. Con sus goles y asistencias, sigue sorprendiendo y generando la admiración de los fanáticos del fútbol.
Como es este deporte, no es seguro que Messi levante la copa. Puede pasar que en territorio norteamericano festejen los chilenos. Seguramente en su país será muy criticado, pero todos deben valorar otros aspectos.
La tormenta pasó. Lío sigue siendo el mismo. O, tal vez, se ve una evolución día a día. No es fácil reponerse a situaciones adversas tan fácilmente. Él, acostumbrado a los malos comentarios, los supo llevar.
Como lo es adentro de la cancha, la Pulga es un ejemplo de que todo lo malo puede convertirse en algo bueno. Los blaugranas tienen que quedarse tranquilos porque el nivel es el de siempre.