La Liga corría peligro. Después de las derrotas ante Real Sociedad, Atlético Madrid y Valencia, los fantasmas aparecieron e hicieron dudar a todo el mundo “culé”. Debía dejar atrás la racha y, de una vez por todas, ganar para seguir con el sueño latente.
Lo hizo, y de qué forma. La mayoría de los siguientes juegos fueron exhibiciones. En los últimos cuatro enfrentamientos hizo 21 goles y no recibió ninguno, lo que habla de excelentes producciones. En el momento que más se necesitaba, apareció el Barcelona de siempre.
Cuando las críticas fueron protagonistas, también lo fueron el carácter y el fútbol blaugrana. En e momento en que todas las miradas estaban puestas para ver caer al Gigante, el Barca le hizo ocho al Deportivo La Coruña. Una muestra de que no estaba muerto.
Aprovechando el envión, repitió funcionamiento y goleó en su casa al Sporting de Guijón. 6 a 0 y a seguir en lo más alto. Los insultos y las preocupaciones, cada vez eran menos. Sin embargo, llegaba un duelo difícil: el viaje al estadio Benito Villamarín para enfrentar al Betis.
No fue la clase deportiva de los mencionados choques. Pero, al no tener asociación entre sus jugadores, hubo carácter, decisión y personalidad. Con errores del rival y aciertos propios, el conjunto azulgrana “sacó chapa” y ganó 2 a 0.
La seguidilla de resultados negativos fue una alarma. Era el mensaje de que algo se estaba haciendo mal. La buena racha, la de goleadas y triunfos, es la muestra de cómo cambió el equipo en general y lo bien que está perfilado para el final del campeonato.
En momentos de máxima tensión, cuando los futbolistas “culés” sabían que no podían fallar, se vio la mejor versión. Si bien corrió riesgos y le permitió a sus rivales acercarse a la punta, reaccionó a tiempo y el domingo puede coronarlo.
Nada está dicho. Como sucedió el fin de semana pasado, en la victoria del Levante frente al Atlético de Madrid, todo puede pasar. Sin embargo, hay que valorar el coraje y la fortaleza para cambiar el mal momento por uno brillante.